Una revelación hormonal mi querido cántaro de aguas turbias. Una coronación, con pétalos girando en el aura y metal donde quepa. Tres pares de dedos en la espalda, girando, apretando y haciendo ondas como cuando las piedras planas rozan la superficie del agua, formando aureolas, que de agrandarse desaparecen...se salen del cuerpo. Tersura húmeda en la proyección mínima de la sombra que escondo, de la escultura que me bendice con la placidez de ser humana, y poder es el poder sentir irradiar la energía desde lo más ínfimo que hay para ofrecer. Manos frías donde el sol nunca llega, donde la blancura es eterna y se proyecta redonda, como el sol y luna, en negros y rojos que quedan en las curvaturas. Los hombros rígidos, como una cumbre poética donde a través de las uñas, se destierran todos los males sin acabar de las veredas que camino todos los días. Un ruego, una súplica pequeña, inacabada y entre cortada que sugiera y desafíe mi potencial perverso; un elogio que estire las comisuras perladas de ciencia incierta. Una amenaza al pelo, que se desarme formando muecas de guerra en mi rostro, volcándose al cuello que se inmoviliza bajo la realeza de un golpe preciso. Dos raciones de crema, matizadas en aromas que entretengan nuestros ojos. Un final feliz, con sudores de hilar fino, y una carrera cancelada, entre mañas y enredos, hasta que mi euforia te diga buenos días.
BUENOS DÍAS!